1. Introducción
Desde hace aproximadamente cuatro décadas, Asia oriental ha despertado gran atención en América Latina por su creciente relevancia económica. El foco estuvo puesto inicialmente en Japón, Corea del Sur y los demás “tigres” asiáticos, dado que impulsaron la integración comercial y financiera a través del Océano Pacífico (Horisaka, Reference Horisaka1993; Stallings y Székely, Reference Stallings and Székely1993; Kim, Reference Kim1998). Más recientemente, el protagonismo de China continental como principal socio mercantil de la mayor parte de los países latinoamericanos ha promovido una nueva ola de estudios académicos (Dussel, Reference Dussel2019; Jenkins, Reference Jenkins2018; S. B. Kaplan, Reference Kaplan2021; Ray et al., 2017). Debemos notar, no obstante, que el interés actual contrasta con el desconocimiento histórico de las conexiones económicas transpacíficas previo a la Segunda Guerra Mundial.
Nuestra propuesta consiste en reconstruir parte de la historia del vínculo comercial entre la Argentina y Japón en el periodo siguiente a la Gran Depresión y previo al colapso del sistema de relaciones internacionales América-Asia con el inicio de la guerra con Estados Unidos en 1941. Aclaramos que lo hacemos especialmente desde la perspectiva argentina, lo que se refleja en las fuentes abordadas. Tomamos como punto de partida en nuestro análisis el pionero informe sobre el comercio con Oriente solicitado por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (MREC) argentino en 1934, y concluimos cuando se elevó la categoría de la representación diplomática de ambos países al rango de embajada en 1940.
Esta investigación se plantea dos objetivos. Por un lado, contribuir al conocimiento de una etapa bisagra de la economía latinoamericana más grande, en la que perdía fuerza el consenso sobre el potencial del esquema de crecimiento orientado hacia afuera, pero todavía no acababa de ser reemplazado por un esquema de crecimiento orientado hacia adentro. Por el otro, documentar un vínculo poco explorado en un contexto menos abierto que la llamada Primera Globalización—o de “des-globalización” económica–Footnote 1 y, en este sentido, echa luz acerca de las reales posibilidades de diversificar la distribución geográfica del comercio exterior más allá de las intenciones de reconfiguración del comercio a uno y otro lado del vínculo.
El estudio de las relaciones comerciales entre Argentina y Japón da cuenta de un lento pero constante acercamiento y de una creciente complejidad durante las primeras décadas del siglo XX. Desde la firma del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación en 1898, que no fue un caso excepcional,Footnote 2 existieron iniciativas para ampliar el sistema diplomático y consular argentino, por ejemplo, con la apertura del Consulado General en Yokohama (1903) y de las legaciones en Tokio (1905) y en Buenos Aires (1918), al tiempo que proliferaron los informes acerca de las posibilidades de exportar hacia mercados japoneses, principalmente carnes, trigo y lanas. El atractivo mercantil orientó el interés de destacados políticos y empresarios argentinos, posiblemente porque a mediados de la década de 1930 Argentina se había consolidado como el principal socio comercial nipón en América Latina (Ministry of Finance, 1940, pp. 132–133). Sin embargo, el comercio y las repercusiones internas de los vínculos económicos han sido muchas veces ignorados. La historiografía que analizó el lazo bilateral durante esta etapa se centró en aspectos como la movilidad humana, la evolución de la diplomacia y la amistad entre ambos países, y la recepción cultural de Japón en Argentina (Gómez and Onaha, Reference Gómez and Cecilia2008; Garasino, Reference Garasino, Iacobelli and Lu2023; Sanchís Muñoz, Reference Sanchís Muñoz2010; Bergel, Reference Bergel2006; Tinajero, Reference Tinajero2003).
Además, en términos más amplios, debemos señalar que el eje del Pacífico ha sido generalmente estudiado en las relaciones mercantiles de los países sudamericanos que tienen costas en este océano (Perú, Ecuador, Chile, México), revisitando cuestiones como la diplomacia, la inversión en industrias algodoneras, la diáspora asiática en América, etc. (Lobo Collantes, Reference Lobo Collantes2020; Avilés Morgado, Reference Avilés Morgado2021; Foerster, Reference Foerster2016; Palma y Iacobelli, Reference Prebisch2022; Iacobelli y Montt Strabucchi, Reference Iacobelli and Sidney2023; Badia-Miró et al., Reference Badia-Miró, Carreras-Marín and Martínez-Taberner2022). En contrapartida, ha sido menos abordado para pensar los vínculos de los estados de la cuenca del Atlántico. En efecto, como es esperable por la magnitud de los intercambios en aquella época, la literatura que ha abordado los lazos materiales de la Argentina ha hecho hincapié en Europa occidental, preferentemente en el Reino Unido,Footnote 3 y en Estados Unidos, y en menor medida en países vecinos.Footnote 4
Nuestro trabajo se suma a recientes esfuerzos por reconsiderar las distintas dimensiones del impacto del imperio de Japón en América Latina (Iacobelli y Lu, Reference Iacobelli and María2020). Dentro de esta aún poco desarrollada literatura, un estudio ha reconstruido las relaciones económicas entre Japón y Chile y Argentina a partir de la Gran Depresión, indicando que, a pesar del nacionalismo económico, la crisis fortaleció formas alternativas para economías pequeñas a fin de posicionar bienes y abrir mercados nuevos (Iacobelli y Díaz Bahamonde, Reference Iacobelli and Díaz Bahamonde2024). Como señalamos previamente, en este artículo, nosotros abordamos con más granularidad la construcción de la relación desde el costado argentino. Al hacerlo, observamos, a partir de una variedad de fuentes, las expectativas, incluyendo esperanzas y temores, al construir un vínculo con un socio comercial no tradicional dado que el margen para hacerlo presentó, al mismo tiempo, alcances y limitaciones. Mientras los gobiernos procuraron consolidar la relación, apoyados por el sector agroexportador, el comportamiento de actores de ramas textiles fue conflictivo, destacando la acusación de dumping de las importaciones niponas.
Las fuentes primarias utilizadas son las Memorias que el MREC presentaba cada año ante el Congreso nacional argentino, publicaciones sectoriales de agremiaciones industriales argentinas y de la Cámara de Comercio Argentino-Japonesa, estadísticas comerciales, prensa y obras de época.
El artículo se estructura en torno a tres ejes argumentativos. En primer lugar, abordamos los principales hitos en la construcción de una política comercial entre ambos países, indicando el lento pero constante andar de esta relación durante la primera mitad del siglo XX. Segundo, examinamos el debate dentro de Argentina sobre el comercio con Japón, identificando la existencia de al menos dos posiciones bien definidas: el entusiasmo de un grupo frente a la posibilidad de colocar sus productos en el mercado asiático y los resquemores de otro grupo ante la importación de bienes industriales producidos localmente. En tercer término, por un lado, exponemos las acusaciones de dumping en Argentina (cual eco de ideas difundidas en Occidente) a la producción japonesa y, por el otro, contraponemos estas posiciones a la estadística disponible. En su conjunto, este trabajo profundiza un periodo rico en la conceptualización de Japón en Argentina, que no escapa de los debates globales sobre imperialismo y esferas de influencias, pero que adquiere connotaciones específicas al contexto local rioplatense.
2. Los contactos oficiales entre Argentina y Japón. Del informe de 1934 a la creación de la embajada en 1940
El mutuo interés y la necesidad recíproca atravesaron el acercamiento entre Argentina y Japón en la década de 1930. No es posible identificar cuál país tomó la iniciativa de profundizar los lazos toda vez que el primero multiplicó la firma de acuerdos comerciales para asegurarse mercados (Torres Gigena, Reference Torres Gigena1943, p. 11) y el segundo se orientó hacia América Latina cuando peligró el abastecimiento de materias primas que otrora obtenía en su región. Veamos ahora cómo fue creciendo la atención en el costado argentino.
En las primeras décadas del siglo XX hubo una creciente valorización de lo “oriental” en Argentina en los círculos ilustrados; no obstante, en el plano económico, no existía un conocimiento experto sobre la potencialidad comercial del Japón.Footnote 5 En rigor, antes de la Gran Depresión, era poco considerable como destino o procedencia. De hecho, por ejemplo, en las publicaciones de actores significativos que recogían las estadísticas oficiales, como la Sociedad Rural Argentina, lo clasificaban como “otros” entre los socios (Prebisch, Reference Rayes1928, p. 76). Del lado japonés, el intercambio con América Latina en su conjunto era también marginal; incluso en los primeros años de la década de 1930, no había superado el 3% del valor total.Footnote 6
Frente a este contexto, no es de extrañar que, en los debates acerca del rumbo de la política externa argentina tras las consecuencias de la Gran Depresión, el Extremo Oriente tuviera un rol menor, con excepciones. Una de ellas fue el multifacético escritor Leopoldo Lugones (Reference Lugones1930, p. 97), quien llamó a atraer población y capitales al país, así como a firmar acuerdos comerciales con Finlandia, Paraguay, Bolivia o Japón. En su planteo, convergían al mismo tiempo la protección al sector industrial y la apertura a nuevos clientes, una de las clásicas respuestas frente a la crisis.
Aunque sin exagerar su centralidad, la exploración de las fuentes oficiales ha arrojado las altas expectativas del gobierno de Agustín P. Justo (1932–1938) sobre los beneficios que tenía intensificar las relaciones con Japón. En este sentido, es destacable que, en junio de 1934, el entonces ministro de Relaciones Exteriores y Culto, Carlos Saavedra Lamas, designara una comisión especial para estudiar los beneficios y los costos de impulsar un nuevo tratado de comercio con el gobierno japonés y la creación de una embajada en Tokio. La comisión fue presidida por el almirante Manuel Domecq García, quien dirigía el Instituto de Cultura Argentino Japonés, fundado un año antes, y considerado un gran conocedor de Asia oriental gracias a su participación como observador de la guerra ruso-japonesa (Domecq García, Reference Domecq García1917). Los vocales de la comisión fueron en su mayoría hombres vinculados al sector agropecuario o versados en el mundo nipón, a saber: los doctores Ernesto Aguirre, Celedonio Pereda y Tomás Amadeo, el ingeniero Domingo Selva, y los señores Federico C. Leloir, Néstor Luis Casas, José María Braceras Haedo y J. Baldasarre Torres. Tomás Amadeo, también miembro del directorio del mencionado Instituto de Cultura Argentino Japonés, fue el redactor del texto. El informe, que remarcaba la necesidad de expandir el comercio más allá de los socios tradicionales y de entrar a Asia, se entregó a las autoridades de gobierno el 15 de noviembre de 1934 (Sanchís Muñoz, Reference Sanchís Muñoz1997, pp. 89–90). Fue enviado inicialmente al MREC y luego remitido a los Ministerios de Agricultura y de Hacienda. El volumen fue publicado en septiembre de 1936 bajo el título El Comercio Argentino Con El Extremo Oriente. Informe de la Comisión Especial, a fin de que fuera leído por los industriales de ambos países (Rodriguez Goicoa, Reference Sanchís Muñoz1938, pp. 7–9).
El documento (Comisión especial, 1936) ofrecía una visión crítica de los clientes tradicionales de Argentina, ligados a “un provenir lleno de incertidumbre”, al tiempo que abogaba por la diversificación de los socios. El texto, basado en artículos de prensa, estadística comercial, y en la memoria de 1933 de la Cámara de Comercio, indicaba que “otro rumbo que debe seguir el esfuerzo argentino, tanto oficial como privado, es el de los países de Oriente, los que hasta ahora habían sido avasallados en comercio por una especie de trust de naciones occidentales”. El avance de Japón fue valorado como “extraordinario”, además de constituir una “puerta de entrada a Asia”, de manera que se instaba a los tomadores de decisión argentinos a interesarse por aquella economía. La obra alertó sobre los competidores a las potenciales exportaciones, como las lanas australianas, el trigo canadiense y los cueros estadounidenses, entre otros. Y concluyó con un capítulo sobre los modos para estimular el intercambio, en el que un tratado comercial con Japón era una pieza central en un rompecabezas complejo que involucraba también mejoras en el transporte y una revisión de la política proteccionista.
Debemos señalar que el interés oficial por Extremo Oriente se observa también en la prensa regional o capitalina de la época. Por ejemplo, en entrevista con El Litoral, el ministro argentino en Japón, Rodolfo Freyre, manifestó que aquel país estaba en condiciones de ser “el centro de un activo intercambio comercial con el Asia, un mercado caracterizado como rico e inmenso y desconocido para la exportación nacional”.Footnote 7 La Nación de Buenos Aires, en una editorial de mayo de 1935, evaluaba el intercambio con los nipones y concluía que un acuerdo comercial podría entregar “grandes beneficios”.Footnote 8 Otras reparticiones públicas interesadas, como la cartera de Agricultura, a su vez, dieron a conocer informes internos en los que promovían la colocación de cueros, algodón, tanino y lana en Japón.Footnote 9
Por su parte, las Memorias del MREC (en adelante, MMREC) exponían todos los años las nóminas del cuerpo consultar y diplomático de Argentina en Japón y viceversa. En la década de 1930 se encuentran allí salutaciones formales, por ejemplo, para el natalicio del Emperador,Footnote 10 o detalles de participación en conferencias internacionales,Footnote 11 pero, en tanto escueta selección de documentos diplomáticos y consulares, no hay mayores referencias. En este sentido, consideramos que un futuro abordaje de la documentación inédita del Archivo Histórico del MREC arrojaría más precisiones sobre la transformación del vínculo bilateral en términos oficiales en el decenio de 1930.
Por lo pronto, sabemos que los acercamientos de Japón con Argentina y con Chile durante esta época han seguido la lógica de diversificación de socios comerciales en una época de nacionalismos económicos, y que tuvieron una intensidad creciente (Iacobelli y Díaz Bahamonde, Reference Iacobelli and Díaz Bahamonde2024). De hecho, Japón pasó de comercializar 244 millones de yenes con América Latina en 1936 a 383 millones en 1940. Para tener una referencia de la magnitud de lo que ello representaba, basta recordar que ese mismo año el intercambio con África, Oceanía y Europa fue de 220, 214 y 377 millones de yenes, respectivamente (Yamazawa y Yamamoto, Reference Yamazawa and Yamamoto1979, pp. 209 y 213).
Hacia 1940 existió un canje de notas entre los ministros de Relaciones Exteriores para mejorar el intercambio. El gobierno japonés se comprometía a comprar mercaderías por 30 millones de yenes, lo que se advertía como favorable para el costado argentino, toda vez que habían declinado las compras de los socios europeos. En este sentido, se preveía la exportación de 6 mil toneladas de lana (tipo fina, cruza fina y cruza mediana sucias), 4 mil toneladas de carne vacuna congelada y en conserva y 4 mil toneladas de caseína. A cambio, el gobierno argentino otorgaría permisos previos de importación para los productos japoneses, lo cual era positivo para los tejidos de algodón. Adicionalmente, se estipulaba el abastecimiento de productos químicos y siderúrgicos que antes se obtenían de Europa.Footnote 12
Además, en aquel año la legación argentina fue elevada a embajada. Tal decisión se fundamentó en el aumento de los residentes japoneses en Argentina (estimados en más de 5 mil personas), el crecimiento de los intercambios comerciales y las visitas periódicas de estadistas, artistas, deportistas, entre otros. La iniciativa fue coherente con la posición de no beligerancia que el país sudamericano sostuvo casi toda la Segunda Guerra Mundial y posiblemente se haya vinculado a las malas expectativas del intercambio argentino. Por otro lado, la selección de Rodolfo Moreno como embajador, un destacado dirigente conservador, electo gobernador de la provincia de Buenos Aires en 1942, puede dar cuenta de la importancia que se le asignaba al vínculo, a pesar de las políticas ya marcadamente refractarias, como los bloqueos de rutas y suministros al sudeste asiático, llevados adelante por Estados Unidos y el Reino Unido desde finales de la década de 1930 (Iacobelli, Reference Iacobelli2020).Footnote 13 En el ámbito político, no solo los encuentros de ministros de Relaciones Exteriores americanos abordaron el tema de los intereses económicos de naciones enemigas, como en Rio de Janeiro en 1942, sino que el propio Departamento de Estado estadounidense presionó para el rompimiento de las relaciones diplomáticas con el Eje. En efecto, por esto mismo, Japón buscó fortalecerse en Centro y Sudamérica (FANA, 2004, p. 302). Desde su perspectiva, el fomento del comercio con Argentina, y de forma más general con Brasil y Chile, era visto como una alternativa para diversificar los mercados internacionales y, así, disminuir el impacto que las sanciones angloamericanas podían tener en su producción (Ikeda, Reference Ikeda2008; Ishii, Reference Ishii and Inoue2013).
Finalmente, cabe agregar que la creación de la embajada llegó acompañada de otras actividades, como el envío de una misión económica y de un crucero en homenaje al 2600 Aniversario de la Fundación del Imperio de Japón.Footnote 14 Ya fuera de nuestro período de interés, entre 1941 y 1943 el gobierno argentino intermedió en algunos pedidos para la protección de intereses japoneses en otros países o de terceros estados frente a Japón. Además, llegaron corresponsales a Buenos Aires, considerada la única fuente de información por neutralidad, hasta la ruptura de relaciones diplomáticas en 1944 a causa del descubrimiento de un vasto sistema de espionaje en territorio argentino y en contra de los intereses de defensa continental que el gobierno defendía (FANA, 2004, pp. 300–315).
3. Expectativas en el sector privado
Del rastreo de fuentes primarias y de la relativamente escasa literatura que se ha dedicado a estudiar el vínculo comercial entre Argentina y Japón hemos reconstruido algunos elementos previos para advertir que la relación económica en la década de 1930 no se daba en un vacío y contaba, ciertamente, con antecedentes. Amén del ya citado acuerdo comercial de 1898—que debe leerse dentro de un impulso del imperio nipón por conectarse con diferentes economías latinoamericanas (Pahre, Reference Pinilla and Rayes2008) y que encontró un socio abierto a la suscripción de este tipo de instrumentos (Pinilla y Rayes, Reference Ray, Kevin, Andrés and Cynthia2017)–, en 1916 se inauguró la primera línea directa entre Argentina y Japón vía océano Índico y África, que antes pasaba por Chile o Europa. Cargaba algodón en Brasil y lana en Argentina. En 1917 la naviera Nippon Yusen puso en funcionamiento una línea regular en la costa oriental sudamericana que hacía diez viajes anuales (FANA, 2004). Tenía sentido en la época, ya que Japón había aumentado su rol durante la Primera Guerra Mundial, volviendo a niveles pre-bélicos rápidamente y con saldos comerciales a su favor (Sanchís Muñoz, Reference Sanchís Muñoz1997, pp. 59–71). En efecto, entre fines de la década de 1910 y comienzos del decenio siguiente, Argentina absorbió entre el 50% y el 70% de las exportaciones japonesas a Sudamérica. Es destacable que, desde los años veintes en adelante, la migración japonesa fue “redirigida” desde el hemisferio norte al sur, en parte por las leyes anti-inmigración asiática existentes en Estados Unidos desde 1907. Los productos eran, principalmente, seda (tejidos, pañuelos y otras prendas), porcelana, alcanfor, abanicos, botones y artesanía de bambú. Desde Argentina se exportaban extracto de quebracho, cuero, trigo y fertilizantes (FANA, 2004).
Sin embargo, no fue hasta la década de 1930 que el comercio entre ambos despegó en términos de valor y de volumen. El lugar de Japón como socio de Argentina fue menor, aunque creciente, destacando como origen de las importaciones (Gráfico 1). En este sentido, es probable que, pese a que Japón se encontraba en el bloque monetario del yen y la Argentina más cerca de la libra esterlina, el repliegue británico sobre la Commonwealth desde 1932 haya facilitado a la segunda redirigir sus importaciones textiles hacia el primero, generándole a éste la necesidad de cierta compensación con la compra de materias primas.

Gráfico 1. Participación relativa (en %) de Japón como destino de las exportaciones y origen de las importaciones en Argentina, 1930–1940.
El momento más álgido del share se observa en el cuatrienio 1935–1938, lo que posiblemente explique las iniciativas oficiales a las que aludimos previamente, así como las reacciones del sector privado que marcaremos en esta sección. Debemos indicar también que, de acuerdo a las estadísticas oficiales argentinas, y tal como se puede seguir en el Gráfico 2, el intercambio fue favorable al socio oriental, excepto en 1939 y 1940.Footnote 15 A este respecto, cabe aclarar que, según las estadísticas japonesas, los signos de la balanza comercial son coincidentes, menos en 1936, cuando aquéllas estiman un déficit para Japón (Ministry of Finance, 1940, pp. 133 y 135).

Gráfico 2. Exportaciones argentinas a Japón e importaciones japonesas a Argentina. Montos totales y saldo comercial (en mill. De pesos moneda nacional), según valores “de tarifa”, 1930–1940.
Visto desde los datos de Japón, Estados Unidos fue el principal destino de sus exportaciones hacia América, promediando más del 80% del valor total entre 1933 y 1939. Sin embargo, Argentina fue la mayor compradora latinoamericana de los productos nipones en dicho período, excepto en 1939, concentrando más del 20% del valor total exportado hacia la región (Ministry of Finance, 1940, pp. 133 y 209). La información expuesta indica que en general no hubo correlación entre la migración y el flujo mercantil. Las comunidades japonesas más grandes estuvieron radicadas en Brasil, Perú y México. Argentina ocupó un modesto cuarto lugar en la década de 1930. Hacia 1941 había recibido poco menos de 5.400 inmigrantes de aquel origen (Masterson y Funada-Classen, Reference Masterson and Funada-Classen2004), apenas un 1% de la población que había migrado en total hacia Oceanía, el Sudeste Asiático y América (Iacobelli, Reference Iacobelli2020, p. 5).
Como señalamos previamente, Japón tuvo un lugar menor como destino de las exportaciones argentinas. Aunque tendió a crecer en términos relativos y absolutos, fue más insignificante que como origen de importaciones. No obstante, cabe remarcar que, según las fuentes japonesas, Argentina fue la principal procedencia de productos latinoamericanos en la década de 1930, promediando casi 27% del valor total, hasta que ser desplazada por Brasil en 1938 (Ministry of Finance, 1940, pp. 135 y 213). Entre los bienes que se enviaban a plazas niponas destacaron las lanas sucias, generalmente secundadas por el extracto de quebracho y, desde 1937, sobresalieron los embarques de cueros vacunos salados y, en años puntuales, de maíz, de lino y de trigo. Japón importaba de otros orígenes los productos clásicos que Argentina ofrecía, pero entendemos que en un mundo en el que la reciprocidad se fue convirtiendo en norma, debió aumentar sus compras para poder colocar su oferta.
La Tabla 1 muestra que media docena de artículos concentró entre dos tercios y poco más del 80% del valor total exportado hacia Japón. Con una trayectoria más errática que las importaciones procedentes de aquel país, el volumen tendió a crecer en el bienio 1933–1934, lo que justifica el informe gubernamental al que nos hemos referido previamente. Además, debemos señalar que en el decenio de 1930 hubo variadas iniciativas en el sector privado para alentar los lazos con Japón. Al establecimiento del Instituto de Cultura en 1933 y a la formación de la Junta Consultiva sobre el Comercio con Extremo Oriente en 1934, se sumó la creación de la Cámara de Comercio Argentino-Japonesa. Se trató de una iniciativa privada por la que en octubre de 1934 los comerciantes de productos asiáticos diseñaron un estatuto, aprobado pocas semanas más tarde. El impulso se debió principalmente a las informaciones de quienes viajaban al imperio japonés y advertían la posibilidad inmediata de colocar en Oriente abundantes productos argentinos, como cueros, lanares, vacunos, algodón, tanino, lanas, carnes frías y saladas, entre otros. La Cámara se instituyó y abrió para el registro de adherentes el 20 de noviembre de 1934, pocos días antes de la entrega del informe de la Comisión Consultiva, siendo un actor relevante en la promoción de un acuerdo comercial y la exportación de materias primas a Japón durante los siguientes años.Footnote 16 En efecto, fue una de las entidades que insistió en la necesidad de mejorar los fletes y revisar valores y aranceles. A su vez, en Tokio se estableció una Asociación Exportadora para América del Sur.Footnote 17 Pero el vínculo tuvo sus detractores, entre los que sobresalieron los industriales textiles.
Tabla 1. Principales exportaciones argentinas a Japón, 1930–1940

Participación relativa (%) en el valor total exportado desde Japón y número índice del volumen (base 100 = 1934).
Elaboración propia sobre la base de las estadísticas oficiales argentinas.
En la década de 1930 la industria textil fue impulsada por la devaluación, más el control de cambios, y el aumento de aranceles. En efecto, se transformó en la líder del sector manufacturero y alcanzó alto grado en la sustitución de importaciones de las ramas algodonera y rayón. No obstante, la expansión no fue lineal y se enfrentó con coyunturas delicadas. De hecho, entre mediados de 1937 y finales de 1938 tuvo lugar una crisis por la caída de la demanda, el aumento acelerado de la producción en los años previos y la recuperación de las importaciones. Los principales perjudicados fueron las tejedurías de rayón y punto y los hilados y tejidos de lana y algodón (Belini, Reference Belini2020, pp. 191–192).
Hemos revisado La Gaceta Textil, la publicación oficial de la Asociación Textil Argentina.Footnote 18 De acuerdo al análisis efectuado, brindaba información sobre el sector textil a nivel global y describió el lugar, si no destacado al menos relevante, de Japón como socio comercial. En este sentido, encontramos referencias a visitas de industriales japoneses a Argentina,Footnote 19 caracterizaciones sobre la estructura productiva nipona así como su lugar en el mundo,Footnote 20 comentarios acerca de la competencia con Estados Unidos,Footnote 21 los vínculos entre Japón y otros países latinoamericanosFootnote 22 u otros socios comerciales,Footnote 23 y el detalle de las importaciones textiles japonesas en Argentina,Footnote 24 entre otros tópicos.
Desde mediados de la década de 1930 La Gaceta Textil alertaba acerca de la “inundación” de productos manufacturados japoneses en el mercado argentino.Footnote 25 De acuerdo a las estadísticas argentinas, Japón tuvo un rol menor como procedencia de las importaciones, aunque creciente desde 1933, cuando dejó atrás una participación relativa de menos del 1% en el valor total importado para pasar a representar 2,2% o más, excepto en 1939. Los textiles, que fueron el principal título de importación durante el período según los anuarios de comercio,Footnote 26 concentraron entre más del 60% y más del 75%. Se trató de una categoría muy desagregada,Footnote 27 en la que destacaron los productos de algodón, que constituyeron entre dos tercios y la totalidad de los textiles importados, complementados con los de seda, principal rama solo en 1931 y 1932.
La Tabla 2 no solo muestra la participación relativa de los principales productos textiles importados, sino que nos permite observar su trayectoria en volumen. Usamos 1934 como base porque se trata del año en que se elaboró el informe gubernamental favorable a profundizar los lazos con el socio oriental. Debemos notar dos cuestiones. Por un lado, que, excepto para el caso de los tejidos de seda natural pura, cuyas cantidades cayeron, se verifica el incremento del quantum en todos los otros ítems, con una caída pronunciada en el bienio 1939–1940. Esto último pudo deberse a que en 1937 Japón atacó a China comenzando la segunda guerra entre ambos. Para preservar divisas, en 1938 el gobierno nipón impuso restricciones a las importaciones esenciales, con serias repercusiones en el comercio con América Latina en el año siguiente dada la existencia de un comercio bilateral y proteccionista (Howe, Reference Howe1996). Por otro lado, el incremento del volumen importado de textiles de algodón significó la pérdida de importancia relativa de otros proveedores. La caída más ostensible fue la de Estados Unidos que, de representar el 18,5% de las cantidades a finales de la década de 1920, pasó a significar menos del 1% hacia 1938 (Belini, Reference Belini2020, p. 218).
Tabla 2. Principales importaciones textiles japonesas en Argentina, 1930–1940

M = Participación relativa (%) en el valor total importado desde Japón. ind. vol. = número índice del volumen importado (base 100 = 1934).
Elaboración propia sobre la base de las estadísticas oficiales argentinas.
En el seno de la Unión Industrial Argentina (UIA) entendían que la existencia de la Cámara de Comercio Argentino-Japonesa o la instauración de la línea marítima Osaka Shosen Kaisha contribuían a la penetración nipona en la economía nacional. En efecto, un texto publicado por aquella entidad industrial en 1937 insistía en que el informe de 1934, al que nos hemos referido, ya no debía considerarse porque se había escrito en un contexto diferente. La UIA justificaba el proteccionismo desde distintos puntos de vista; económicamente, para conservar reservas, empleos y apuntalar el progreso, militarmente, por la autonomía; y moralmente, por el nacionalismo, el bienestar y la solidaridad ciudadana (Rodriguez Goicoa, Reference Sanchís Muñoz1938, p. 15).
Japón, además, era señalado internacionalmente por ser un país que ejercía el dumping. Desde la UIA se hicieron eco de la idea de que la devaluación artificial de la moneda destruía a la competencia temporalmente y que el efecto más duradero se debía al “dumping social”, explicado por la baja de salarios. Según la información de la institución, reducidos a la mitad entre 1929 y 1932, representaban un quinto del salario occidental pese a que los obreros cumplían el doble de jornada. En este sentido, alarmaba acerca de que la industria argentina algodonera, reconocidamente nueva, podía igualar o superar a la japonesa en técnica y producción, pero no en régimen social (Rodriguez Goicoa, Reference Sanchís Muñoz1938, pp. 87–89). Sobre este tema volveremos en la siguiente sección.
Además de las preocupaciones en torno al dumping, otras cuestiones aceitaron las suspicacias sobre los textiles japoneses. En la rama de la seda se alertaba sobre el contrabando vía Montevideo.Footnote 28 Allí no estaba tarifada, por lo tanto, se descargaban los bultos para consumo en Uruguay, pero salían subrepticiamente hacia los puertos argentinos de Olivos, Quilmes, Zárate, Vicente López, entre otros. Ello no solo era perjudicial para la industria sino para el erario (se estimó una pérdida de aproximadamente $30 millones). Este problema fue denunciado por la UIA. Se logró la sanción de un decreto en enero de 1937 que reglamentó un impuesto interno para los tejidos de seda. La entidad consideraba que, aunque no había responsabilidad de Japón como país, se presumía que las telas contrabandeadas procedían principalmente de allí, perjudicando a las dos hilanderías de seda argentinas que ocupaban 1.300 obreros y a las 305 tejedurías que empleaban a 8300 personas (Rodriguez Goicoa, Reference Sanchís Muñoz1938, pp. 104–109).
Desde luego, encontramos casos de firmas cuyos miembros eran inmigrantes japoneses y que desarrollaban sus actividades en Argentina. Hubo uno interesante en el sector textil. Se trataba de Yamada Cía., fundada en 1913, que se dedicó a la importación de telas de algodón japonesas durante la Primera Guerra Mundial y que completaba las compras al socio oriental con otros artículos, como agujas de coser, cierres relámpagos, juguetes de celuloide, servilletas de papel y, el producto estrella, que eran los botones de nácar (FANA, 2004: pp. 107–109). Ya en la década de 1940 la empresa era una gran fabricante nacional de botones de nácar o de carozo, considerada un alto exponente en capacidad y eficiencia técnica.Footnote 29
Más allá de los temores que hubo en las ramas textiles en cuanto a la relación de la Argentina con Japón, debemos considerar que también se reportaron diversas iniciativas desde el sector privado, en oportunidades avaladas por el estado, para intensificar el intercambio entre Argentina y Japón. En 1935 tuvo lugar una conferencia en la Sociedad Rural Argentina, auspiciada por la Cámara de Comercio Argentino-Japonesa y la Escuela de Estudios Argentinos, acerca de los “mercados de Oriente”. Se planteó la necesidad que tenía la Argentina de buscar nuevos mercados y colocar artículos en Asia Occidental (concretamente Turquía, Palestina, Siria, Egipto y Arabia), Cercano Oriente, Medio Oriente y Lejano Oriente. Se destacó la importancia de los vínculos venideros con Japón, señalando el potencial de la lana, que ingresaba libre de derechos, así como las buenas perspectivas para la exportación de carne, cuyo consumo había aumentado en los últimos años.Footnote 30 Luego, en la ciudad de Paraná (provincia de Entre Ríos) se reunieron algunos productores, citados por la Cámara de Comercio Argentino-Japonesa, a fin de fomentar las exportaciones agropecuarias a Japón. En efecto, se solicitó que los gobiernos provinciales de Entre Ríos y de Corrientes enviaran delegados para que estudien los mercados orientales.Footnote 31
A finales de 1936, llegó a Argentina el representante de la firma Mitsui, que junto a Mitsubishi era de las principales casas comerciales japonesas que operaban en América Latina, especializada en el comercio de lanas, entre otras actividades, y que ya tenía lazos con Australia en ese sector. Japón consumía 800.000 fardos de lana al año, de los cuales entre 250.000 y 300.000 eran de lana cruza y 500.000 de lana merino. Esta última se usaba para fabricar vestimenta fina y liviana, antes era abastecida casi íntegramente por Australia, pero como el gobierno australiano había gravado los textiles japoneses, las firmas niponas decidieron no comprar más y buscar proveedores alternativos en Nueva Zelanda, Chile, Uruguay y Argentina. Para la llegada de las lanas argentinas a Japón uno de los obstáculos eran los fletes y el tipo de cambio. Había quejas sobre la calidad; en este sentido, se consideraba que en la Patagonia se cuidaba más y menos en el Litoral.Footnote 32 Y pese a todas las tratativas, a finales de la década de 1930 la importación en Japón de lanas era de aproximadamente 102.000 toneladas de lanas australianas (Sanchís Muñoz, Reference Sanchís Muñoz1997, p. 89) versus un promedio de poco más de 3.300 toneladas de lanas sucias argentinas, según nuestros cálculos basados en la estadística oficial. Como puede verse en la Tabla 1, la exportación de este producto tendió a crecer en volumen, pero no estuvo exenta de fluctuaciones, con pronunciados descensos.
En definitiva, a mediados de la década de 1930 coexistían al menos dos miradas sobre la relevancia del comercio con Japón para la economía argentina. Las fuentes consultadas dan cuenta de que, por un lado, había un mayor conocimiento de la realidad japonesa y los mercados asiáticos, y por el otro, permeaba en la valoración de Japón el clivaje entre agroexportadores e industriales especializados en bienes de consumo no durables. En la siguiente sección, nos detenemos en las acusaciones de dumping propias de la última postura.
4. La acusación de dumping
Como hemos podido observar hasta aquí, las relaciones comerciales entre Argentina y Japón fueron impulsadas por ambos lados. No obstante, ello se dio en el marco de un creciente distanciamiento entre Washington y Tokio. En Estados Unidos, los discursos anti-japoneses tomaron nuevos bríos luego del avance nipón en Manchuria en 1931 y de su salida de la Sociedad de las Naciones en 1933. El renovado interés del imperio oriental por fortalecer el intercambio con América Latina activó el antiguo principio monroísta en la conciencia de algunos líderes estadounidenses.Footnote 33 Por ejemplo, en abril de 1934 el analista de Latinoamérica para The New York Times, John W. White, alertaba sobre los nuevos obstáculos con Sudamérica. En su opinión, la “penetración” japonesa en la región representaba una nueva variable y una dificultad para el comercio norteamericano.Footnote 34 Similares opiniones se expresaron en otros medios, como en las revistas científicas Foreign Affairs, Far Easter Survey, y Pacific Affairs, las que publicaron, por lo general en tono de denuncia, más de treinta artículos en referencia a la irrupción comercial y política japonesa en el subcontinente latinoamericano entre 1930 y 1941. Las causas técnicas con las que se explicaba el aumento de la participación japonesa en el comercio americano residían en “el tipo de cambio favorable, el mejoramiento de los métodos manufactureros, y los costos de producción bajos”.Footnote 35 En la percepción de ciertos sectores estadounidenses, un peligro añadido era la militarización de las colonias de japoneses residentes en América, aunque no existió evidencia de aquello (Beals, Reference Beals1938). En el ámbito económico, el bajo costo de la mano de obra japonesa se utilizó como punta de lanza para atacar la ética y la rectitud de la industria exportadora de aquella nacionalidad. Desde el segundo semestre de 1934, autoridades norteamericanas comenzaron a hablar abiertamente de que Japón realizaba prácticas de dumping con los productos que enviaba a Sudamérica.Footnote 36
En Argentina, la mirada estadounidense era complementada por columnas escritas por extranjeros y publicadas en los principales diarios del país. Por ejemplo, en el ya citado La Nación salieron artículos de viajeros y políticos europeos que informaban sobre las causas del bajo costo de la mano de obra japonesa y sus desafíos. El parlamentario inglés Herbert Samuel, en un largo texto sobre el despertar económico de Asia, detalló que la rápida industrialización japonesa era una respuesta al desafío poblacional, para luego condenar—sin mencionar a Tokio—la existencia de “un método de desarrollo del comercio que debe ser considerado ilícito y prohibido en comercio: el que tiende a depreciar deliberadamente la moneda nacional para obtener con ello ventajas sobre las naciones competidoras que mantienen a la par sus monedas respectivas”.Footnote 37 Por su parte, el periodista y escritor francés Émile Schreiber reparó en la vida frugal de los obreros japoneses, sus bajos salarios y el nivel de vida en general.Footnote 38 Según él,
[H]ay dos razones esenciales que provocan la baratura extraordinaria de los productos japoneses. La primera es de orden financiero: la desvalorización del yen en un 65 por ciento, en una época en que el dólar y la libra esterlina se desvalorizan tan sólo en un 40 por ciento […] La segunda, es de orden industrial: el tipo muy bajo de los salarios […] los obreros no ganan a menudo más de cincuenta centavos argentinos por once horas de trabajo […].Footnote 39
En aquel contexto de creciente desconfianza internacional hacia Japón por sus prácticas comerciales y por su avanzada en Asia continental, se sustentaron las críticas desde distintos sectores en Argentina y su oposición a la firma de un tratado comercial. En efecto, cabe señalar que, aunque a menudo se ha reproducido en la historiografía la idea de que se firmó por esta época un tratado, apenas si existió un entendimiento sobre el intercambio de ciertos bienes en 1940.Footnote 40
Como vimos en la sección previa, en respuesta al informe de 1934, la UIA publicó un escrito del empresario minero José Rodriguez Goicoa. La propuesta de este informe era aprovechar la capacidad argentina para producir lana y algodón y, en vez de buscar plazas extranjeras, expandir el mercado doméstico a través de mayor industrialización (Bradley, Reference Bradley1940). Sin embargo, el sector textil, especialmente gravitante dentro de aquella entidad empresarial, requería de apoyos y protección estatal por cuanto “producía caro en relación a los países que producen barato” (Rodriguez Goicoa, Reference Sanchís Muñoz1938, p. 14). De forma diáfana, en el prólogo al libro, escrito por Luis Colombo—presidente de la UIA desde 1926–, se abordó el problema que Japón representaba para los intereses nacionales. Así, se señalaba que no era un país
[…]de standard de vida equiparable al nuestro, razón primordial de las defensas adoptadas por otras grandes naciones en contra de la penetración industrial japonesa. El progreso industrial argentino no puede tampoco permitir que, a base de esperanzas e hipotéticas ventajas, quede en situación de inferioridad o detenido en su marcha ascendente (Rodriguez Goicoa, Reference Sanchís Muñoz1938, p. 5).
Rodriguez Goicoa (Reference Sanchís Muñoz1938, p. 24) insistía en la “invasión del algodón japonés” desde 1935. Su diagnóstico apuntaba a que la producción industrial argentina estaba perdiendo terreno por las importaciones, abaratadas por la estructura social de Japón que les imponía a los trabajadores condiciones de vida elementales para favorecer su industrialización. A esta práctica se la denominó “dumping social”, consistente en “aumentar las posibilidades de exportar productos nacionales, reduciendo el costo de la producción por medio de la depresión de las condiciones de los obreros en las fábricas” (Rodriguez Goicoa, Reference Sanchís Muñoz1938, p. 167). En Argentina, la tradición jurídica y el papel de sindicatos y organizaciones impedía aplicar un modelo como el japonés. Por ello, el dumping social “producía los mismos efectos del dumping comercial” (Rodriguez Goicoa, Reference Sanchís Muñoz1938, p. 170). Además, el autor identificaba otra distorsión en el mercado, el “dumping de cambio”, debido a la devaluación artificial del yen. Algunas de las herramientas defendidas entonces fueron la fijación de precios, el fortalecimiento de la Comisión de Control de Cambio, establecida en 1932, y el ajuste del tipo de cambio, que se había fijado en 1933 (Bidabehere, Reference Bidabehere1937, pp. 10–17).
En la medida en que el grupo de apoyo al comercio con Japón tomaba más fuerza, la reacción proteccionista levantó con mayor vigor consignas contrarias a un tratado comercial con ese país. La Confederación Textil, por ejemplo, alertó en su Memoria de 1937 sobre “la penetración cada vez mayor del Japón en nuestros mercados”, que era facilitado por prácticas desiguales, como los bajos salarios, largas horas de trabajo “más otros procedimientos de dumping”.Footnote 41 Al año siguiente, en un informe a la Cámara de Diputados, la misma asociación gremial expuso la crisis percibida de la industria textil argentina a partir de la competencia “desleal” en importaciones. Volvió a acusar a Japón de hacer dumping, considerado como el país más agresivo en el mercado argentino.Footnote 42 La Confederación Argentina del Comercio, de la Industria y de la Producción (Confederación Argentina del Comercio de la Industria y de la Producción, 1938), en una nota al ministro de Hacienda en 1938, también hizo suyo el argumento de la UIA y acusó a Japón de utilizar el dumping como “recurso ofensivo” en una guerra económica para luego solicitar medidas proteccionistas a la industria nacional. Una editorial de la Revista de Economía Argentina, en su número de febrero de 1939, también consideró que “ya se ha visto la enorme afluencia de tejidos de algodón del Japón a la Argentina, a precios de dumping, desalojando de nuestro propio mercado al similar nacional y al producto de Inglaterra, nuestro tradicional comprador y vendedor”.Footnote 43 Es importante remarcar que los datos de comercio exterior no avalan esta afirmación por cuanto la caída de los tejidos de algodón (blancos o de colores) británicos no fue pronunciada ni, como ya mostramos, los artículos japoneses tuvieron un rol preminente.
Los argumentos de los detractores del lazo con Japón fueron rebatidos por los grupos de apoyo. En el informe de 1934 ya se había abordado la cuestión del dumping. De hecho, el texto cuestionaba el uso laxo de la palabra, que tradicionalmente había referido a la venta de un producto por un monto inferior al costo de producción o al que es vendido en el país de origen. Se entendía, por un lado, que el bajo costo de la mano de obra se debía al cambio demográfico y, por el otro, que la depreciación del yen era un resultado no deseado por el gobierno de Japón (Comisión especial, 1936, pp. 65, 70–90). En la misma línea, unos años más tarde, la Cámara de Comercio Argentino-Japonesa (de Comercio Japonesa En Argentina, 1938, p. 6) acusó a los “industriales del telar” de una campaña favorable a sus intereses y para lograr mayor protección.
Durante la Conferencia Textil celebrada en Washington en 1937, el delegado japonés declaró que, contrariamente a la idea de que las ventas habían mermado por “la baja calidad de vida de los obreros japoneses” y su consiguiente competitividad por salarios, los principales males eran el infra-consumo y los altos aranceles.Footnote 44 El gobierno estadounidense parecía estar especialmente interesado en que proliferasen medidas antidumping en otros países, como Brasil, Perú y Argentina.Footnote 45 A este respecto, cabe señalar que tempranamente la UIA presentó un anteproyecto.Footnote 46 En particular, la industria de las medias, compuesta por veintidós establecimientos, se sentía amenazada seriamente por prácticas desleales.Footnote 47
A mediados de 1938 una delegación de la UIA expuso ante el presidente Roberto M. Ortiz el problema del dumping, exigiendo medidas o la intervención estatal para evitar la miseria y la desocupación que traían la caída de la producción de artículos de algodón, lana y seda. El grupo de industriales llamaba la atención acerca del retroceso que significaba la inundación de productos foráneos cuando se había logrado la sustitución de importaciones en al menos la mitad de la rama algodonera, el 80% de la lanera y casi la totalidad de la de la seda. En efecto, expresaban que el consumo de la producción local había caído en aproximadamente $50 millones en 1937 en relación al año previo, y que la importación de algodón se había incrementado en 6 millones de kilos en el mismo lapso. Apuntaron que Japón era el país que más se había esforzado en dominar la plaza argentina en aquellos años (si la importación de esa procedencia había sido de 1,1 millones de kilos en 1931, estaba en el orden de los 10,5 millones de kilos seis años más tarde). Alertaban acerca del desempleo del 40% de los obreros (30.000 de 80.000 contabilizados) y la reducción de turnos. Culpaban de la situación a la competencia desleal realizada desde Japón, Alemania e Italia. En ese sentido, reclamaron una ley antidumping que reemplazara el decreto del 8 de septiembre de 1931.Footnote 48
No solo las entidades empresariales se interesaron en la cuestión. Sindicatos, como la Unión de Obreros Textiles, así como diputados socialistas y radicales y el propio Departamento Nacional de Trabajo alzaron la voz, en especial durante la mencionada crisis de 1938 (Belini, Reference Belini2020). Finalmente, en ese año el Poder Ejecutivo envió al Congreso el proyecto de ley antidumping, firmado por los ministros de Hacienda y de Agricultura, bajo el entendimiento de que el dumping—sea con primas a las exportaciones o subsidios en el país de origen, con ventajas en un régimen salarial extremadamente bajo o con jornadas excesivas—era una competencia insana e ilegítima. A su vez, la ley contemplaba derechos compensadores.Footnote 49 A finales de julio de 1938, en la Cámara de Diputados se oyeron voces que enfatizaron en la grave situación de la industria textil y que solicitaron el Poder Ejecutivo que designara una comisión investigadora. Asimismo, hubo referencias a diversas medidas adoptadas en otros países para protegerse del dumping, como la disposición norteamericana de 1921 que autorizaba al presidente a elevar hasta en un 50% los derechos aduaneros en contra de productores que lo practicaran.Footnote 50 Los reclamos escalaron al punto de que hubo manifestaciones en diversos canales de la opinión pública.Footnote 51 Luego, la Cámara de Comercio criticó el proyecto antidumping del Poder Ejecutivo por amplio y reclamaba que se ampliara la comisión revisora de los derechos compensadores.Footnote 52 Cabe precisar que la ley no se sancionó dado que se transformó en una medida innecesaria tras el cambio de coyuntura con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, que implicó devaluación, refuerzos en el control de cambios y equilibrio en la balanza de pagos (Belini, Reference Belini2020, p. 211).
5. Evidencia sobre la competencia desleal japonesa
En esta sección aportamos y analizamos algunos elementos para contribuir al debate sobre si existió dumping por parte de Japón en la década de 1930. En este sentido, comenzamos respondiendo si el comercio con el socio oriental estuvo afectado por una distorsión cambiaria, es decir, si el yen estuvo artificialmente depreciado.
Al examinar el valor del yen en pesos argentinos corrientes entre 1912 y 1941, obtenido de manera indirecta a partir del valor del yen en dólares y libras esterlinas, observamos que hubo aumentos coyunturales en su precio durante la década de 1920 y la Gran Depresión. No obstante, visto en una perspectiva de largo plazo, cayó escalonadamente en los años previos a la crisis: mientras que en el período 1912–1918 el promedio del precio del yen fue de 1,16 pesos argentinos, en el período 1934–1939 fue de 0,94 pesos argentinos, lo que implica una depreciaciónFootnote 53 del 19%.
Ahora, para poder valorar mejor la competitividad de ambas economías, es necesario calcular un tipo de cambio real bilateral, que refleje el intercambio de bienes e incorpore variaciones en los precios de ambas economías. Este indicador revela que los bienes japoneses se encarecieron fuertemente a comienzos de los años veinte. A partir de entonces, incluso antes de la crisis, se abarataron sostenida y significativamente. Si comparamos el máximo nivel registrado, entre 1921–1923 y 1934–1939, la depreciación real fue del 63%. No obstante, una mirada de largo aliento permite apreciar que se trata de un retorno a los niveles observados en la década de 1910.
El Gráfico 3 muestra la evolución de los índices de precios al consumidor de Argentina y Japón, ilustrando la diferencia en la inflación observada en ambas economías en el período 1912–1941.

Gráfico 3. Índice de precios al consumidor, Japón y Argentina, 1912–1941 (1912 = 100, escala logarítmica).
El Gráfico 3 confirma que la pérdida inicial de la competitividad japonesa obedeció a la alta inflación relativa comparada con la inflación observada en Argentina, un proceso que se revirtió a partir de 1926 y que derivó hacia una mejora de la competitividad japonesa durante la década de 1930. Esta fue posible entonces por dos fenómenos. Primero, por la depreciación nominal del yen (del 19%) que, por cierto, fue menor a la observada respecto al dólar (del 43%) y a la libra esterlina (del 44%). Segundo, por la evolución diferente de la inflación entre ambas economías, lo cual respondió a las características propias de las políticas macroeconómicas aplicadas en cada caso. En consecuencia, con los elementos aquí expuestos, no parece sostenible la hipótesis de que la ventaja japonesa proviniese de una depreciación artificial estratégica.
Finalmente, una de las principales acusaciones fue que la competitividad de los productos textiles japoneses era posible por la práctica de dumping social, que consiste en la exportación a un costo reducido como resultado de condiciones de desprotección al trabajo en las empresas productoras. Dicho de otra manera, el abuso y la explotación de los trabajadores genera una ventaja que se traduce en competencia desleal para el país importador. Diferentes países competidores sostuvieron esta idea, en especial tras la invasión a Manchuria (Macpherson, Reference Macpherson1995; Thomann, Reference Thomann2018). No obstante, los datos disponibles muestran que Japón se había fortalecido en el sector textil y de vestuario desde fines del siglo XIX (Tabla 3).
Tabla 3. Evolución de la ventaja comparativa revelada en textiles y vestuario, 1899–1950

La ventaja comparativa revelada para un país se define como la división entre su participación en las exportaciones mundiales de un determinado producto manufacturado, y su participación en las exportaciones mundiales de manufacturas. Por ejemplo, si un país registra 50% del comercio mundial de textiles y 25% del comercio total de manufacturas, su índice de ventaja comparativa es 2.
Elaboración propia en base a Dosi et al. (Reference Dosi, Pavitt and Soete1990, tabla 3.7) y Howe (Reference Howe1996).
La hipótesis de los salarios inferiores fue la más señalada para explicar la competitividad de los bienes nipones. Ello se debía a la gran oferta de trabajo y a las largas jornadas laborales. En efecto, los sueldos por unidad de producto en la rama algodonera estaban entre los más bajos del mundo (Shinohara, Reference Shinohara and En Cowan1964), lo que contrarrestaba el rezago en relación a Estados Unidos, competidor que estaba mejor equipado y cuyos recursos humanos estuvieron más calificados (Orchard, Reference Pahre1929).
Nosotros calculamos las diferencias salariales nominales en 1937.Footnote 54 Advertimos que los salarios semanales en Argentina fueron en promedio de 9,3 dólares para trabajadores del grupo “Textiles y sus manufacturas”—que reunía a más de 98 mil empleados—y de 6,4 dólares para trabajadores de un subconjunto del anterior que se dedicaba a “Hilados, tejidos y diversos artículos.. de lana, algodón y otras fibras”—compuesto por más de 34 mil empleados. Debemos precisar que el caso argentino estaba por encima de otros latinoamericanos, como Chile, donde el sueldo de los trabajadores de “Textiles”—que agrupaba a más de 15 mil empleados—rondaba los 2,8 dólares. En este sentido, el salario japonés osciló entre el 18% y el 26% del argentino y fue un 60% del chileno. En consecuencia, las críticas dirigidas a que el costo de producción era menor en el país asiático debido a los bajos salarios tuvieron fundamento. Sin embargo, no podemos aquí determinar si ello fue resultado de abusos laborales o de desprotección a los trabajadores.
Por un lado, cabe notar que Japón fue parte de la Organización Internacional de Trabajo (OIT) desde 1920, primero a través de una delegación y luego como miembro permanente del Consejo de Administración desde 1922. Además, financió una oficina de la OIT en Tokio entre 1923 y 1938 (Maul, Reference Maul2019). Cuando el país comenzó a ser acusado de practicar dumping social, el tema causó gran controversia en la opinión pública japonesa (Kubo, Reference Kubo2022; Thomann, Reference Thomann2018). En abril de 1934, la OIT envió una misión a visitar fábricas japonesas y reunirse con sindicatos, empleadores y representantes del gobierno para examinar la situación. El informe final negó categóricamente la existencia de dumping social, atribuyendo la competitividad a la organización comercial y técnica (Maurette, Reference Maurette1934, p. 62). Desde esta perspectiva, las ventajas de costos provenían de economías de escala en la producción.Footnote 55 En efecto, investigaciones de la época aducían que los salarios bajos se podían mantener gracias a un costo de vida barato (Stein, Reference Stein1935; Orchard, Reference Palma and Iacobelli1936). Por otro lado, investigaciones recientes han destacado el papel de las diferencias en el mercado laboral del sector textil. Tanto en Argentina como en Japón predominaban mujeres jóvenes, solo que en la primera los sindicatos fueron más influyentes (Lobato, Reference Lobato, En Voss, Hiemstra-Kuperus and Meerkerk2010). Dicho esto, también se reconoce que hacia la década de 1930 hubo mejoras en las condiciones laborales de algunas fábricas japonesas (Hunter y Macnaughtan, Reference Hunter, Macnaughtan, Hiemstra-Kuperus, Meerkerk and van2010), lo que posiblemente no se pueda hacer extensible a todas. Entonces, nuevamente, sin zanjar absolutamente la cuestión, cerramos estas páginas considerando la necesidad de profundizar su estudio en el futuro y recordando que, a los efectos de nuestro análisis, las acusaciones de dumping pudieron haber sido un argumento nacido en el extranjero que abrazaron los empresarios textiles argentinos para exigir mayor protección a su gobierno.
6. Construir un vínculo comercial con un país lejano. Un balance
El estudio de las conexiones comerciales entre Argentina y Japón tras la Gran Depresión, analizadas especialmente desde la perspectiva oficial y del sector privado de la primera, no solo documenta un lazo escasamente abordado en detalle por la historiografía económica, sino que, gracias a la variedad de fuentes abordadas, contribuye también a reflexionar sobre la construcción de vínculos mercantiles entre países lejanos en todo el sentido de la palabra.
El caso muestra la reconfiguración comercial internacional tras la crisis económica en tanto ambos países procuraron diversificar sus lazos más allá de los socios tradicionales y, dadas las alteraciones en el intercambio, refleja las tensiones entre sectores que pugnaron por colocar sus bienes en mercados foráneos y sustituir plazas declinantes y los que, impulsados al calor de esas mismas transformaciones del contexto mundial y orientados principalmente al mercado doméstico, reclamaron al estado mayor protección frente a la (real o potencial) ola de nuevas importaciones.
Así, resulta evidente que Japón se transformó en una esperanza, pero también en una amenaza luego de la crisis de 1929. Antes de ello, había orbitado en el amplio espectro de las relaciones económicas argentinas, aunque sin mayor relevancia. A partir de la década de 1930 el socio oriental ganó importancia en los debates sobre la política comercial del país, en particular por la posibilidad de convertirse en un destino de las exportaciones tradicionales dada la pérdida relativa de plazas conocidas, o por el temor frente al arribo de importaciones de bienes de consumo no durables que competían con la creciente producción local. Sobre este último aspecto, hemos mostrado que durante la época Japón fue un actor del sistema internacional sospechado en Occidente de ejercer dumping social y financiero, imagen difundida desde Estados Unidos y Gran Bretaña y de la que se hizo eco el sector textil, el más afectado por el ingreso de productos nipones.
Finalmente, el caso muestra que el impacto real de los esfuerzos, tanto oficiales como privados, por diversificar los vínculos comerciales dependió no solo de factores institucionales (la expansión del sistema consular y diplomático, la creación de cámaras y asociaciones o la firma de acuerdos) sino también de la temporalidad (la coyuntura doméstica y externa, y el largo plazo), la influencia de las potencias, el lugar que cada partenaire tenía en el sistema internacional y de los consensos construidos en torno a cada uno, la complementariedad de los mercados, la existencia de estructuras navieras y mercantiles, las distancias geográficas y otros componentes que tallaron sobre los costos de transacción (costos de transporte, aranceles, barreras para-arancelarias, etc.). Entonces, visto desde una perspectiva de economía política, en la diversificación del comercio confluyeron agentes y elementos del mercado y del estado, cuyos complejos entramados son más fácilmente visibles con la combinación de diversas fuentes. En efecto, la variedad de documentación abordada ha probado que las expectativas, positivas o negativas, de diferentes sectores acerca del intercambio con Japón no se tradujeron en las cifras de comercio.
Agradecimientos
La autora y los autores agradecen el apoyo otorgado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile, a través del proyecto Fondecyt Regular No. 1200031, y por la Universidad de los Andes (Chile), a través de su programa FAI, para financiar la estancia de profesor extranjero (edición 2023). Asimismo, tienen una deuda de gratitud con la editora a cargo, María Isabel Bartolomé Rodríguez, tres referees anónimos, con quienes participaron del encuentro “Relaciones comerciales Cono Sur americano y Japón, 1930-1941” en la Universidad Adolfo Ibañez (Chile) (octubre de 2023) y del seminario interno del Centro de Estudios Económicos de la Empresa y el Desarrollo de la Universidad de Buenos Aires (julio de 2024), así como con Claudio Belini, Helena Garibotti e Ivone Jara, por el material de archivo aportado.


